miércoles, 7 de junio de 2017

Relatos de Tierras Cafeteras


Corría el 31 de Enero y todos los evertonianos estábamos expectantes sobre quien sería nuestro rival en Copa Sudamericana. Tantos años sin llegar a un torneo internacional y muchos ansiábamos saber el destino que nos esperaba, ya que una buena cantidad de hinchas ya tenía decidido acompañar a Everton al país donde le tocara jugar. Patriotas de Boyacá fue el rival, un rival sin experiencia en torneos internacionales y con poca historia a su haber; salvo el 2011 haberle ganado una llave al poderoso América de Cali y haberlo mandado al descenso. Curiosamente esa llave la ganaron 4-3 en lanzamientos penales.
Luego del sorteo, muchos comenzamos a comprar los pasajes y a estructurar el viaje, ya sea quedándose en Bogotá, Tunja o algunos dándose el placer de visitar playas tropicales. Como si nada llegó el primer partido en Viña, donde el “oro y cielo” logró una pequeña ventaja sobre los “lanceros”, que dejaba un partido de vuelta muy abierto. La espera se hizo eterna hasta fines de Mayo, pero finalmente llegó el momento de emprender el viaje a tan lejano país, al que alguno de nosotros nunca se imaginó viajar. Más de 4 mil kilómetros fueron los que tuvimos que recorrer (algunos incluso a dedo) para ver a nuestro amado Everton y apoyarlo como se merece.
En la noche previa se vivía la ansiedad. En Bogotá se quedaron muchos hinchas y de repente se sentía como estar en casa, ya que habían muchas caras conocidas y el azul con amarillo dominaba por donde uno alzaba la vista. Los preparativos estaban listos. Lienzos, bombos, globos y buses arrendados estaban listos para emprender el viaje hacia el estadio.
Llegó el gran día y en Bogotá desde temprano se sintieron los cánticos, mientas los colombianos miraban extrañados por tanto fervor que podía provocar un equipo que venía de tan lejos. El viaje fue cargado de mucha ansiedad. Al rededor de 2 horas y media duraron los recorridos de los buses que salieron desde Bogotá; mientras que algunos ya estaban en Tunja o provenían desde algunos otros lugares de Colombia.
El día anterior se había hablado que la ciudad de Tunja iba a realizar una buena bienvenida a los hinchas “oro y cielo”, pero en la mente de ninguno estaba el excelente trato con el que nos íbamos a encontrar. Al llegar a la ciudad los buses eran escoltados por policías motorizados hasta un centro deportivo, donde al llegar ya se sentía un ambiente especial. Personal del municipio de la ciudad, policía, además de directivos e hinchas de Patriotas nos esperaron con una tremenda bienvenida. Un pequeño almuerzo, además de unas hermosas palabras que nos dedicaron, marcaron un hecho que quedará marcado para el resto de las vidas de quienes tuvieron la oportunidad de estar ahí. Palabras de buena crianza entre todos los involucrados acompañaron todo momento. Todo quedó plasmado en una fotografía donde todos los presentes se mezclaron para simbolizar la hermandad entre ambos equipos y ciudades tan lejanas. Incluso un partido de fútbol se llevó a cabo entre colombianos y chilenos.
Llegó la hora de ir al estadio y los evertonianos desde muy temprano se hicieron presentes. Cabe destacar el buen trato de la policía local en todo momento, que tuvo mucho criterio para el traslado, la revisión y también durante el partido.
Cayó la noche y el frío intenso empezó a azotar las tribunas, contando además los efectos de la altura que se notaban al hacer algún esfuerzo físico. La entrada de los equipos se hizo espectacular con los gritos de ambas hinchas y el show pirotécnico que duró unos cuantos minutos.


El partido comenzó con los hinchas muy esperanzados por lo que podía hacer Everton, pero luego se tornó en preocupación porque los locales hicieron lo suyo y se quedaron con el partido en el tiempo regular. La tanda de penales estuvo llena de nerviosismo, ya que los equipos intercambiaron ventaja y lamentablemente terminó como todos sabemos. La tristeza se notaba al rededor, además de algo de rabia ya que se perdió una excelente oportunidad de seguir avanzando. El abandono del estadio fue silencioso y la salida de la ciudad fue tranquila, con felicitaciones y saludos a los hinchas de Patriotas que nos despedían de buena manera. Cabe destacar la buena relación en todo momento con los hinchas locales, tanto en la previa, durante y después del partido. Los cambios de camisetas, saludos y conversaciones fueron frecuentes; quedando con la sensación de que lo que se vivió es un ejemplo de como hay que vivir el fútbol, ya que la rivalidad sólo se da durante los 90 minutos de partido y luego todos volvemos a ser amigos, hermanos o que por lo menos nos respetamos como personas e hinchas del deporte.


Un mal resultado en lo deportivo, que deja con un sabor amargo sobre lo que pudo haber hecho Everton, pero una gran experiencia para el espíritu haber compartido con gente con tanta amabilidad, además de los hermanos evertonianos que nos acompañamos durante todo momento.

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