En
aquella temporada del campeonato de 1999, Everton luchaba palmo a
palmo el retorno a la primera división contra Unión Española,
Santiago Wanderers y Provincial Osorno.
Una
serie de resultados de los rivales, privó al equipo Ruletero subir a
la primera división de manera directa, obligando al equipo de Viña
de Mar a jugar la liguilla de promoción frente al penúltimo equipo
de la serie de honor. El rival de turno sería Deportes Iquique.
Las
fechas establecidas para la última oportunidad de tomar el tren de
regreso a primera fueron el 16 y 22 de diciembre, La ventaja de
cerrar de local la tendría el cuadro del norte.
Iquique
estaba en problemas: Los serios problemas económicos, incrementados
al final del año por sueldos impagos, gatillaron en la renuncia de
varios jugadores antes de la liguilla. Los celestes en la necesidad
de cumplir, obligados por la ANFP, optan por jugar con juveniles
estos vitales partidos, llegando a la “Ciudad Jardín” con la
obligación de y el peso de lo que significa la vida o la muerte en
el futbol: “El Descenso”.
Para
el partido de ida jugado en el Estadio Sausalito, la gente como era
su costumbre en aquellos tiempos, no falló. Asistencia de casi 18 mil
personas. Pese a ser un día miércoles, la gente está con toda la
ilusión de regresar a primera
Comenzado
el primer partido de la llave, los Oro y Cielo marcan la diferencia
desde el principio, abriendo el marcador a través de Rodrigo Riep.
El buen futbol y las ocasiones generadas no se aprovechaban mayormente; se falla
una y otra vez frente a la portería de los dragones. Un primer
tiempo donde sólo se obtuvo una mínima ventaja.
Ya
en pleno segundo tiempo, Everton cayó en una laguna anímica y
futbolística. Los asistentes en las tribunas entregaban su apoyo
incansablemente pero no lograban despertar al equipo que finalmente
sólo marcó un gol. Una mínima y peligrosa ventaja que sembraba la
incertidumbre para la revancha en calidad de visita.
La
pasión y la organización se hicieron presentes en las galerías en
el partido porque un grupo de jóvenes hinchas comandados por
Octavio Ramos, su hermano Juan y algunos amigos, invitaban a la gente
a reunirse para el partido de vuelta, el miércoles 22 de diciembre,
en los patios de la antigua sede de calle Viana a escuchar el
partido, en compensación a no poder tener el privilegio de viajar
con en equipo. Esta idea, prendió de a poco, y el día del partido
de revancha, llegaron aproximadamente unas 500 personas. Con cantos,
gritos y aplausos, estuvieron atentos a todas las acciones del
encuentro, reunidos alrededor de un minicomponente.
Llegó
el día del partido. Everton saltaba a la cancha del Estadio
Cavancha, con el marcador a su favor y la desesperación del rival
que presentaba un plantel bastante mermado. La pelota comienza a
rodar y prontamente se inaugura el marcador; siete minutos y Ariel
“Fantasmita” Pereira anota el primero. El
partido fue de principio a fin a favor de Everton, noventa minutos
para que Leonardo Zamora, arquero Oro y Cielo, fuera sólo un
espectador. Termina
el partido, termina el paso por las penurias. Una vez más estábamos
en primera. Los jugadores celebran junto a los valientes hinchas de
la Barra Los Ruleteros que llegaron al norte, con la única idea de
volver rápidamente a la ciudad jardín.
Everton
llegaba a celebrar a Viña del Mar; la Municipalidad cierra calle
Valparaíso para recibir al plantel, quienes bajan por agua santa
provenientes desde el aeropuerto. La gente los aplaude y vitorea, ya
en el bus cada más lento, los jugadores salen del interior y suben
al techo, abrazados todo juntos, cantando y esperando pronto subir al
escenario para compartir con los hinchas. Everton era de Primera y
olvidábamos por el momento, las penurias del infierno.
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